y no, aunque quiera no puedo.
No puedo olvidar, no puedo deshacerme de estos pensamientos masoquistas que llegan a azotar mi cabeza a horas de madrugada, o de día, o de noche, o de tarde. Porque lo peor es que éstos no sólo llegan a la hora de la tristeza, a la luz de la luna en medianoche, sino que llegan en los momentos más inesperados, en tiempos de felicidad se refugian como sombras negras que lentamente se meten por los poros, inundan todo mi ser y me veo convertida en un alma oscura.
Quisiera tener ánimos, quisiera poder dejar de llorar, quisiera poder olvidarme de todo y que perdonar fuese fácil, Quisiera tener una mente frágil en vez de una mente re torcidamente masoquista, una mente que se encarga de recalcarme momentos de angustia, una mente que no solo no olvida, sino que se encarga de hacértelo recordar a cada instante.
Cada lágrima que cae tiene un sabor a amargura, un sabor a lástima, un sabor a unos cuantos recuerdos