Nunca te aburrías de recalcarme lo pendeja que soy, lo poco madura, lo cerrada de mente, lo terca, lo complicada. Y sabes qué? Lo sorprendente es que todo mi alrededor me considera sumamente madura, con una mente abierta, y una complicación mezclado con sencillez. Claro, excepto tú.
Nunca mediste tus palabras, aquellas daban bote una y otra vez en las paredes de mi mente, aquellas eran como un filo cada vez mas potente que apuñalaba mi tórax. Y después crees que un simple perdón serías capaz de remediarlo todo; y si no lo remediaba, te enojabas más.
Cada vez se me hacía más difícil tener que lidiar con la mierda que tengo dentro, y por supuesto, con toda la mierda que me tirabas.
Lo único en lo que me creía ligeramente buena, desapareció; desde siempre creí que lo que me decían los demás era verdad, que era madura, que nunca a través de letras representé mi edad (hábito de escribir desde muy pequeña), pero sin embargo de un momento a otro te encargaste de destruir en lo único que se basaba mi hundida autoestima. Y cada vez me fui convenciendo más a mi misma de que no era más de una pendeja, una cabra chica.
Y sí, en cierto modo lo soy... bastante.
Me duele haber entregado tanto de mis adentros que me lo terminaras refregando en la cara, cada error, y no, no error, cada parte de mí.
Porque tus errores son parte del pasado y por ende no puedo mencionarlos porque "es el pasado", pero los míos se mantienen latentes y pasa a ser todo mi culpa.
Cada vez que exteriorizo todo lo que siento o pienso termina acabando peor, siento que mientras más callo, más cómodo sería para tí, sin embargo sería una bomba de tiempo.... Con tiempo muy corto, muy muy corto.
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